“«La sociedad humana tiene que ser considerada, ante todo, como una realidad de orden principalmente espiritual: que impulse a los hombres, iluminados por la verdad, a comunicarse entre sí los más diversos conocimientos; a defender sus derechos y cumplir sus deberes; a desear los bienes del espíritu; a disfrutar en común del justo placer de la belleza en todas sus manifestaciones; a sentirse inclinados continuamente a compartir con los demás lo mejor de sí mismos; a asimilar con afán, en provecho propio, los bienes espirituales del prójimo...»”[1]

INTRODUCCIÓN

Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción».[2]

OBJETIVO

Al finalizar el tema las parejas deberán distinguir:

1) Que elementos se requieren para considerar una vida digna.

2) Las dimensiones del amor que se deben vivir en familia.

3) Misión de la familia cristiana.

4) Formación de una comunidad de personas.

5) La más amplia comunión de la familia.

6) La fuente de inspiración para que la familia sea una comunidad de vida y amor.

DESARROLLO

a) De acuerdo a las sesiones los objetivos se alcanzarán, como sigue:

Sesión 1  objetivos del 1 al 6

 

b) Las citas bíblicas para la sesión son:

Sesión 1  Jn. 13, 34-35.



[1] Catecismo de la Iglesia Católica 1886

[2] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO, SOBRE

EL ANUNCIO DEL EVANGELIO EN EL MUNDO ACTUAL, numero 14.


INICIO 

2.3.1. La familia es una comunidad de vida y amor.

La vida es el plazo de duración entre la concepción y la muerte y es también la calidad de nuestra existencia en este período de tiempo.

Por su naturaleza, la familia es trasmisora de vida, ya que en ella se gestan los miembros de la sociedad, pero su función vital, no debe quedar ahí puesto que es en ella donde se trasmiten los valores que le dan calidad a la existencia del hombre.

Para que la vida sea plenamente humana, deben darse todos los elementos para que esa vida sea digna, como son:

Alimento                                  Techo

Vestido                                    Trabajo

Salud                                      Educación

Sociabilidad                             Descanso

Libertad                                  Respeto

Cariño                                     Fidelidad

Justicia                                    Paz

Solidaridad                              Formación religiosa

La familia es la escuela del amor, porque es ahí donde el ser humano vive esta realidad. El hombre fue creado por el amor y para el amor.

En la familia se descubre y se vive el amor en todas las dimensiones:

· el amor a uno mismo

· el amor conyugal

· el amor paterno

· el amor filial

· el amor fraterno

· el amor a la creación

· el amor a Dios


  

ILUMINACION

2.3.2. La misión de la familia.

El Santo Padre nos envió una carta a las familias del mundo. En ella nos dice cómo la voluntad amorosa de Dios, quiso hacer que el hombre naciera en familia, viviera y se formara en familia y allí experimentara el amor. La misma naturaleza del hombre fue hecha para amar, y por eso fue puesto en una familia para que cada uno aprendiera a dar y recibir el amor, a vivir en el amor, como lo más importante y lo que hace feliz al hombre. Por eso la familia tiene la misión de preocuparse principalmente de que sus miembros vivan plenamente, realizándose y amando. Esto siempre tiene oposición por otros valores y otras maneras de pensar y de vivir, pero luchando se puede lograr esa armonía y felicidad que tendrán pleno cumplimiento y realización en el mismo Dios.

Sin el amor la familia no puede vivir, ni crecer, ni perfeccionarse como persona. Una persona que no ama, no vive propiamente; no tiene sentido la vida de quien no encuentra el amor, lo experimenta, lo hace propio y lo comparte a los demás.

2.3.3. La familia y el mandato de Cristo.

El amor exige siempre sacrificio. El que ama sufre un poco, pero el que no ama sufre siempre. En la familia se requiere muchas veces el sacrificio para comprender, perdonar, soportar, ayudar a reconciliarse.

El egoísmo, las discordias, las tensiones, los conflictos, los pleitos, las divisiones, las críticas, la indiferencia, la inercia, la costumbre hieren mortalmente la unión familiar, la armonía, el amor. Cada familia está llamada por Dios a vivir su paz, su armonía desde esta vida.

La familia es la que primero debe expresar ante el mundo que está realizando el mandato de Cristo: (Jn. 13, 34-35).

Ver la Carta sobre la Familia (Familiaris Consortio) núms. 17, 18, 21

2.3.4. La misión de la familia cristiana.

¡Familia, sé lo que eres!

17. En el designio de Dios Creador y Redentor la familia descubre no sólo su “identidad”, lo que “es”, sino también su “misión”, lo que puede y debe “hacer”. El cometido, que ella por vocación de Dios está llamada a desempeñar en la historia, brota de su mismo ser y representa su desarrollo dinámico y existencial. Toda familia descubre y encuentra en sí misma la llamada imborrable, que define a la vez su dignidad y su responsabilidad: familia, ¡”sé” lo que “eres”!

Remontarse al “principio” del gesto creador de Dios es una necesidad para la familia, si quiere conocerse y realizarse según la verdad interior no sólo de su ser, sino también de su actuación histórica. Y dado que, según el designio divino, está constituida como “íntima comunidad de vida y de amor”, (44) la familia tiene la misión de ser cada vez más lo que es, es decir, comunidad de vida y amor, en una tensión que, al igual que para toda realidad creada y redimida, hallará su cumplimiento en el Reino de Dios. En una perspectiva que además llega a las raíces mismas de la realidad, hay que decir que la esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por el amor. Por esto la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa.

Todo cometido particular de la familia es la expresión y la actuación concreta de tal misión fundamental. Es necesario por tanto penetrar más a fondo en la singular riqueza de la misión de la familia y sondear sus múltiples y unitarios contenidos.

En este sentido, partiendo del amor y en constante referencia a él, el reciente Sínodo ha puesto de relieve cuatro cometidos generales de la familia:

1) formación de una comunidad de personas;

2) servicio a la vida;

3) participación en el desarrollo de la sociedad;

4) participación en la vida y misión de la Iglesia.















2.3.5. Formación de una comunidad de personas.

El amor, principio y fuerza de la comunión

18. La familia, fundada y vivificada por el amor, es una comunidad de personas: del hombre y de la mujer esposos, de los padres y de los hijos, de los parientes. Su primer cometido es el de vivir fielmente la realidad de la comunión con el empeño constante de desarrollar una auténtica comunidad de personas.

El principio interior, la fuerza permanente y la meta última de tal cometido es el amor: así como sin el amor la familia no es una comunidad de personas, así también sin el amor la familia no puede vivir, crecer y perfeccionarse como comunidad de personas.

Cuanto he escrito en la encíclica Redemptor hominis encuentra su originalidad y aplicación privilegiada precisamente en la familia en cuanto tal: “El hombre no puede vivir sin amor. Permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido, si no le es revelado el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y no lo hace propio, si no participa en él vivamente”.

El amor entre el hombre y la mujer en el matrimonio y, de forma derivada y más amplia, el amor entre los miembros de la misma familia —entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas, entre parientes y familiares— está animado e impulsado por un dinamismo interior e incesante que conduce la familia a una comunión cada vez más profunda e intensa, fundamento y alma de la comunidad conyugal y familiar.

2.3.6. Servicio a la vida y participación en el desarrollo de la sociedad.

LA MÁS AMPLIA COMUNIÓN DE LA FAMILIA

21. La comunión conyugal constituye el fundamento sobre el cual se va edificando la más amplia comunión de la familia, de los padres y de los hijos, de los hermanos y de las hermanas entre sí, de los parientes y demás familiares.

Esta comunión radica en los vínculos naturales de la carne y de la sangre y se desarrolla encontrando su perfeccionamiento propiamente humano en el instaurarse y madurar de vínculos todavía más profundos y ricos del espíritu: el amor que anima las relaciones interpersonales de los diversos miembros de la familia, constituye la fuerza interior que plasma y vivifica la comunión y la comunidad familiar.

La familia cristiana está llamada además a hacer la experiencia de una nueva y original comunión, que confirma y perfecciona la natural y humana. En realidad, la gracia de Cristo, “el Primogénito entre los hermanos”, es por su naturaleza y dinamismo interior una “gracia fraterna como la llama santo Tomás de Aquino. El Espíritu Santo, infundido en la celebración de los sacramentos, es la raíz viva y el alimento inagotable de la comunión sobrenatural que acumuna y vincula a los creyentes con Cristo y entre sí en la unidad de la Iglesia de Dios. Una revelación y actuación específica de la comunión eclesial está constituida por la familia cristiana que también por esto puede y debe decirse “Iglesia doméstica”.

Todos los miembros de la familia, cada uno según su propio don, tienen la gracia y la responsabilidad de construir, día a día, la comunión de las personas, haciendo de la familia una “escuela de humanidad más completa y más rica”: es lo que sucede con el cuidado y el amor hacia los pequeños, los enfermos y los ancianos; con el servicio recíproco de todos los días, compartiendo los bienes, alegrías y sufrimientos.

Un momento fundamental para construir tal comunión está constituido por el intercambio educativo entre padres e hijos, en que cada uno da y recibe. Mediante el amor, el respeto, la obediencia a los padres, los hijos aportan su específica e insustituible contribución a la edificación de una familia auténticamente humana y cristiana. En esto se verán facilitados si los padres ejercen su autoridad irrenunciable como un verdadero y propio “ministerio”, esto es, como un servicio ordenado al bien humano y cristiano de los hijos, y ordenado en particular a hacerles adquirir una libertad verdaderamente responsable, y también si los padres mantienen viva la conciencia del “don” que continuamente reciben de los hijos.

2.3.7. Participación en la vida y misión de la Iglesia.

La comunión familiar puede ser conservada y perfeccionada sólo con un gran espíritu de sacrificio. Exige, en efecto, una pronta y generosa disponibilidad de todos y cada uno a la comprensión, a la tolerancia, al perdón, a la reconciliación. Ninguna familia ignora que el egoísmo, el desacuerdo, las tensiones, los conflictos atacan con violencia y a veces hieren mortalmente la propia comunión: de aquí las múltiples y variadas formas de división en la vida familiar. Pero al mismo tiempo, cada familia está llamada por el Dios de la paz a hacer la experiencia gozosa y renovadora de la “reconciliación”, esto es, de la comunión reconstruida, de la unidad nuevamente encontrada. En particular la participación en el sacramento de la reconciliación y en el banquete del único Cuerpo de Cristo ofrece a la familia cristiana la gracia y la responsabilidad de superar toda división y caminar hacia la plena verdad de la comunión querida por Dios, respondiendo así al vivísimo deseo del Señor: que todos “sean una sola cosa”.

 



LITURGIA FAMILIAR

2.3.8. Liturgia familiar.

MONICIÓN

La comunidad de vida y amor que debe ser la familia, sólo puede encontrar en la Palabra de Dios su fuente de inspiración. Si queremos que nuestra familia valore la vida y crezca en el amor, tiene que ser una familia que escuche la Palabra de Dios, la ame y la viva, porque en ella encontramos lo que Dios nos ha querido decir. La Biblia contiene toda la Palabra de Dios.

RITO

Como un gesto de veneración a la Sagrada Escritura cada miembro del grupo toma entre sus manos la Biblia y la besa, queriendo significar con ello que estamos dispuestos a interiorizar la Palabra de Dios.

Al mismo tiempo que pronuncian:

"LUZ PARA NUESTRO CAMINO ES TU PALABRA SEÑOR.”

“TU TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA”.

COMPROMISO

Tener siempre en algún lugar destacado de la casa la Biblia y un día de la semana, por lo menos, leer en familia unos párrafos.