“La dignidad de la persona humana está enraizada en su creación a imagen y semejanza de Dios; se realiza en su vocación a la bienaventuranza divina. Corresponde al ser humano llegar libremente a esta realización. Por sus actos deliberados, la persona humana se conforma, o no se conforma, al bien prometido por Dios y atestiguado por la conciencia moral. Los seres humanos se edifican a sí mismos y crecen desde el interior: hacen de toda su vida sensible y espiritual un material de su crecimiento. Con la ayuda de la gracia crecen en la virtud, evitan el pecado y, si lo han cometido recurren como el hijo pródigo a la misericordia de nuestro Padre del cielo. Así acceden a la perfección de la caridad."[1]

INTRODUCCIÓN

Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie.[2]

OBJETIVO

Al finalizar el tema las parejas conocerán sobre:

1) Las reacciones humanas ante los errores.

2) El hombre y la mujer a imagen de Dios.

3) El valor del hombre y la mujer.

DESARROLLO

a) De acuerdo a las sesiones los objetivos se alcanzarán, como sigue:

Sesión 6  objetivos del 1 al 3

b) Citas bíblicas del tema.

Sesión 6 Gen. 1, 26-28; Rom. 8, 14-15, Rom. 8, 29



[1] Catecismo de la Iglesia Católica 1700

[2] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO, SOBRE

EL ANUNCIO DEL EVANGELIO EN EL MUNDO ACTUAL, numero 23.


 

 

INICIO

2.6.1. Mirándonos en familia.

Con frecuencia oímos diferentes ideas sobre lo que es el hombre, la persona, su valor y su dignidad. En los periódicos y revistas, en la radio y en la TV, constantemente escuchamos o vemos programas y artículos sobre esto.

Nuestra vida cotidiana es un trato constante con personas en la familia, en la escuela, el trabajo, el deporte, el negocio, en los servicios que nos damos unos a otros.

Al ver cómo es nuestro comportamiento con estas personas, especialmente con las que convivimos más frecuentemente, como son los miembros de nuestra familia y gente que nos rodea, descubrimos que reaccionamos de dos maneras:

No nos apreciamos a nosotros mismos, nos devaluamos y nos juzgamos negativamente, nos sentimos mal como si no valiéramos gran cosa y hasta nos llegamos a juzgar inútiles y malos;

Le echamos la culpa a otro (interna o externa-mente) para justificarnos, sobre todo cuando las cosas no salen bien.

Darnos cuenta de esto es muy importante para nuestra relación de familia, ya que actuando de esta manera o quedándonos encerrados en esta visión, no nos desarrollamos como personas ni como familia.

La familia, por ser una comunidad de amor, es el mejor lugar en donde podemos apreciarnos y tener buena imagen de nosotros mismos, ya que nos ayudamos unos a otros valorándonos. Por lo mismo, es también el mejor ambiente para madurar y reconocer las propias fallas y la manera de sobreponerlas. En la familia aprendemos también a apreciar y respetar a todas las personas, sean quienes sean.




ILUMINACIÓN

2.6.2. Descubriendo nuestra vida en la sagrada escritura y en los documentos de la Iglesia.

1. Nosotros fuimos creados a imagen de Dios.

Leemos en el primer libro de la Escritura, en el Génesis la manera como Dios hizo al hombre.

Es muy significativo que cuando hizo, la luz, los astros, las plantas, los animales, siempre dio una orden: Exista la luz... brote hierba verde... existan lumbreras en el cielo...

En cambio, al sexto día, concluida ya toda la creación, quiso crear al hombre, no dijo exista, sino que de manera muy amorosa y delicada dijo: Gen. 1, 26-28.

2. La Escritura nos llama frecuentemente hijos de Dios, San Pablo en su carta a los Romanos nos dice: Rom. 8, 14-15, Rom. 8, 29.

Nuestro Santo Padre el Papa Juan Pablo II nos dijo en Puebla que el hombre como imagen de Dios no se puede reducir a una simple parte de la naturaleza o a un elemento anónimo de la ciudad humana.

· El mismo Papa nos ha dicho en su segunda visita que debemos valorar nuestra dignidad y llegar a vernos, a identificarnos por nuestro ser y nuestro actuar, como hijos de Dios. Nuestra verdadera identidad es ser hijos de Dios.

· Nuestros Obispos nos dicen: Documento de Puebla 317: "Profesemos, pues, que todo hombre y que toda mujer, por más insignificante que parezcan, tienen en sí una nobleza inviolable que ellos mismos deben respetar y hacer respetar sin condiciones".

Después de escuchar esto:



2.6.3. Liturgia familiar.

MONICIÓN

Los invito a tomarnos todos de las manos, poniéndonos en círculo. Después nos miramos unos a otros pensando.

"Cada uno de los miembros de mi familia es hijo de Dios"

(pausa)

Ahora vamos a dar gracias al Señor por su amor hacia nosotros, por hacernos sus hijos, por preocuparse de nosotros (pausa).

RITO

Cada uno (uno por uno), da a los demás, un signo de aprecio y le expresa lo más valioso que ve en él.

COMPROMISO

Cada uno, pensando en el cuidado que Dios tiene de nosotros, dirá a los demás la manera cómo va a responder a este cuidado responsablemente reconociendo sus valores cuando tienden a devaluarlo o reconociendo sus fallas, cuando tienden a echarle la culpa a los demás.

CONCLUSIÓN

Sintiéndonos hermanos e hijos de Dios, concluyamos con la oración que Jesús nos enseñó: PADRE NUESTRO.